Cartilla quincenal: candelabro

Peluca blanca y lunar de postín. Salón de baile dibujado por las sombras de las velas. Altas cortinas que aíslan el ruido del hambre. Aporrea el clavicordio con tremendo cumbión. El contrabajo perfila los ritmos de la noche. Baja ese corsé hasta el suelo, rebota entre cuadros de Rigaud. Arrimarse no es nuevo, ya lo hacían tus tatarabuelos Johnny Boy. Poleas y polipastos para soltar el megatrón. Espuma de perfume de lavanda de la ribera del rio que abastece de enfermedades a media ciudad.

Haz llover esos doblones, make it rain, Fais qu'il pleuve, Grand Dauphin.

Pero el estroboscopio con velas que no me sale.

Suben los beats por segundo. Los violines anticipan el drop. Una pandereta sinuosa que se silencia antes de la explosión.

Y yo sopla que te enciende, enciende que te sopla. Pero el candelabro da para lo que da. La parte de dejarlo todo a oscuras la tengo niquelada. Ahora, encenderla otra vez... Complicado. Pero aún hay tiempo, y van de opio hasta los calzones con zurraspas de navidad. Menean las pelucas empolvadas, las estructuras de las faldas se tambalean. Los culos siempre fueron falsos.

Y yo que sin aire, que queman los dedos, que no queda tiempo, que se quedan sin subidón.

Un.

Cojo aire.

Deux.

Cojo fuego.

Trois.

Apago los candelabros.

Laisse tomber ces corps au sol.

.

.

.

Y los enciendo con resultados decepcionantes.

No, el house no triunfa en la corte del rey delfín.

Aitor Galán y García


De los mil candelabros que descansaban en las puertas de la inabarcable biblioteca de Altalsüf, cogí el de mecha más corta. Supe que para encontrar el libro de La Muerte, antes o después, habría de buscarlo en la oscuridad.

Mateo López Santiago


El perro es sin lugar a dudas el mejor amigo del hombre. Sin embargo, de la misma forma que su lealtad nos fascina, también deberíamos compadecernos de su falta de raciocinio. Al contemplar la simpática mirada de nuestro cánido compañero, resulta fácil olvidar el dolor que experimenta siempre que salimos de casa.

Cerramos una puerta y se siente abandonado para siempre. Precisamente, es su lealtad lo que hace de su inocente estupidez una auténtica tragedia.

Este fenómeno encontró su máximo exponente con la trágica muerte de Fernando Robledo, un hombre solitario, cuya única compañía de su perro le era insuficiente para soportar la crudeza de la existencia.

En uno de sus paseos nocturnos por las calles de Logroño, hizo un alto en uno de sus puentes y saltó al río. La gente que dice haber presenciado esta escena, dice que al caer no salpicó. Se sumergió para no volver a salir nunca. Su perro saltó trás su estela, en vano, intentando salvarle. Nunca apareció su cadáver. Sin embargo, quién sí que lo hace es su pobre perro. Los vecinos de la localidad dicen que todavía está en el río, intentando encontrar a su dueño.

Se dice, que aquellas personas que pierden la esperanza y se asoman pensando sumergirse en el infinito, presenciarán un recordatorio del impacto que puede tener hasta la más desgraciada de las existencias. Aparecerá el perro que se convirtió en leyenda. El siempre leal, can del Ebro.

Rocambole Rituerto


Gran premio de Bahrein 2023. Verstappen, Pérez y Alonso en el podium. Una célula terrorista anti fórmula 1 boicotea el champán y lo sustituye por material inflamable. Explota a los pies del cajón durante la ceremonia de los himnos. El fuego sube, pero los monos ignífugos lo repelen y a los pilotos solamente se les quema la cabeza. Permanecen impasibles. No huyen. Ninguno de los tres. Forman el candelabro más veloz del mundo que se consume por respeto al himno de Holanda.

Fermín Hernádez


Imagen de cartilla

Elisa Sorribes López