Cartilla quincenal: vacío

Espejismo

En esta tierra agostada

ya no se celebra la cosecha.

Por un solo petardo inflamado

no se habría despejado

la provisión del hábito.

Con la perspectiva vacía

de todo lo que es

por un sol insomne

y lo que no sea

se contagia la inopia.

Tomás Lopsant


¿No puede levantarse a las 5 de la mañana porque los compromisos sociales le mantienen ocupado hasta tarde? ¿Siente la urgencia de dedicar tiempo a tareas que le gustan pero que le hacen improductivo? ¿Es incapaz de trabajar doce horas al día porque tiene una familia que requiere de su atención? ¿Invierte demasiadas horas en leer novelas sin preocuparse de cómo hacerse millonario? ¿Le domina el irrefrenable impulso de frenar la vorágine auto destructiva y consumista de su existencia para observar durante unos breves instantes de tiempo bajo el sol cualquier sutil belleza del mundo que le rodea?

No sufra más, le presentamos las Pastillas Vacioxidol, para que se convierta en la máquina de productividad que sabe que puede ser.

Aitor Galán y García


Y pierdo el hilo de la conversación. La resaca no ayuda, tampoco lo de mi alrededor: las caras de siempre. Anoche, juntos. Ahora, juntos recordando lo de anoche. Sin poder evitarlo, los ojos se me van de esta mesa al resto de la terraza y de la terraza al interior del bar. Un camarera se tropieza, otra con una mueca tras la barra. ¿Por qué vacilas? Nos traerás patatas, siempre son patatas. Chillidos. Un par de familias jóvenes a dos mesas de nosotros. Correr y gritar, no hacen otra cosa los críos; de un lado a otro, persiguiendo burbujas. Los padres suspiran en cada trago, libres por alcanzar esta burbuja de los domingos por la mañana. El sol en las cornisas y esta lucidez extraña donde dormitan los pensamientos. Desde la barandilla de un balcón caen gotas sobre el toldo de otro bar. Nadie parece oírlo. Ojalá se precipitasen a un patio interior, gota tras gota, con el ruido de una tormenta y solo yo escuchándolas. Un patio de ventanas cerradas, sin plantas y nada, solo el mudo caer de las gotas. Mi nombre, me preguntan algo que ignoro.

Mateo López Santiago


La soledad de la mosquita

BBBBZZZZZZZZZ... (bbbbzzzzzzzzzz)

Ahora que la casa está vacía y el eco me devuelve mis propios zumbidos, entiendo sus enfados. Mi voz es desagradable, pero no quería despertarlos. Al acercarme a su pabellón auditivo a vuelo rasante, lo único que pretendía era que se pusieran boca arriba. Estaba harta de chuparles la sangre de la espalda. Quería probar sus barrigas. Y con suerte, sus rodillas. Son deliciosas. Ellos dicen que son piel muerta, pero algo de sangre queda macerando. Mmmmmmm. Con lo listos que son, no sé por qué no cambian las barricas de roble por rodillas para envejecer sus vinos.

Podía haberme ido ayer aprovechando que estaban ventilando antes de marchar. Pero me pudo la gula. Y también el espectáculo de ver a unos seres tan grandes como ellos autolesionarse intentando matarme.

Ahora me poso en las fotos de su salón. El cristal del portarretratos es más frío que su piel, pero me consuela hasta su regreso. Sé que solo tengo 15 días de vida, pero volveré a verlos. Ya nadie se puede pagar unas vacaciones tan largas.

Fermín Hernádez


Imagen de cartilla

Elisa Sorribes López